Nos hemos reunido con Antonio Ruiz-Camacho, un joven escritor de origen mexicano, al interior del Café Pacha. Ahí nos refugiamos del implacable calor estival de Austin y acompañados de unos cafés helados (estilo Americano: café+hielo) conversamos de la literatura, periodismo y la transición de un lenguaje a otro distinto.
Al final de la entrevista hay un enlace a un extracto de un cuento de Antonio, llamado “Deers”
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Por David Nuñez Para finalizar el primer ciclo de Eucalíptica Presenta, traemos a la mesa una escritora que ha hecho de las narraciones incómodas y mordaces su verdadera marca literaria: Lina Meruane (1970). Autora de las novelas Póstuma (2001), Fruta podrida (2007), y últimamente, Sangre en el ojo (2012), la escritora chilena ha desarrollado una mirada tan intensa respecto al mundo interior de la mujer y las fracturas con que se construye la identidad femenina, que resulta imposible quedar indiferente ante la expresividad y el coraje de su escritura. En el texto de hoy, Hojas de afeitar, Meruane detalla la historia de un grupo de niñas adolescentes que descubre, a modo de secreto fetiche, el asombroso y erótico placer de afeitar cada vestigio de su cuerpo a escondidas, entre las paredes y azulejos del baño del colegio al que todas asisten. El grupo experimentará una pujante excitación con la llegada de Pilar, una novel estudiante de facciones duras y ojos penetrantes y que esconde debajo de su jumper una maraña virgen y frondosa que espera con ansias ser arrancada de cuajo. A partir del tema de la exploración sexual y la obsesión juvenil como desahogo colectivo, la autora sitúa la atención del texto en aquellas pulsiones que son capaces de corromper la ansiedad más templada, y que en el caso de las protagonistas del relato, además, dejarán en evidencia las marcas de una perturbación que a veces puede acabar de forma tan violenta como lujuriosa.
Por David Nuñez Escritor, guionista y director de cine, el niño rebelde de las letras españolas, Ray Loriga (1967), se presenta en Revista Eucalíptica con un texto que de algún modo resume las principales temáticas que han poblado la obra del autor español a lo largo de su carrera. 10 Canciones de Amor y 7 Caminos Distintos de Vuelta a Casa es básicamente una declaración de rebeldía frente a la pérdida del amor, y en especial, ante la imposibilidad de aceptar un destino que se torna cada vez más amargo y obsesivo. Escrito en segunda persona, el texto evoca tangencialmente los altos y bajos de una relación turbulenta, de la que sólo quedan como evidencia unas marchitas cenizas que el protagonista insiste mantener ardiendo a punta de incesantes desvaríos existenciales. Con una voz aguda que se mueve entre el despecho y la esperanza más estoica, el narrador consigue crear una atmósfera que conmueve y aprisiona, y que se eleva sobre la consciencia del protagonista como una especie de rezo que no tiene otra expectativa más que caer en el vacío y la soledad final.
Por David Núñez Ganadora del Premio Casa de las Américas, en 2008, por su estupendo conjunto de relatos Pájaros en la boca, y elegida entre los mejores 22 narradores jóvenes en español por la influyente revista británica Granta, la escritora argentina Samanta Schweblin (1978) ha logrado, a punta de historias refinadamente perturbadoras, convertirse en una de las narradores más inquietantes y originales del siempre exigente medio literario trasandino. En uno de sus textos más breves y concisos, Perdiendo velocidad, la autora argentina delinea la figura de dos solitarios artistas circenses venidos a menos y que de pronto se encuentran ante la obligación de tomar consciencia respecto a la inevitable pérdida del pintoresco talento que un día hizo a la multitud rendirse ante sus pies. El atractivo de la narración es que el texto también puede leerse como el abismo al que eventualmente se enfrenta todo artista en algún momento de su vida: la confirmación de una llama que empieza poco a poco a extinguirse, y ante la cual no cabe otra alternativa más que sentarse a esperar un desenlace tan cruel como fulminante, y que en palabras de Tego, uno de los protagonistas del relato, sucede cuando “uno deja de hacer bien lo que uno mejor sabe hacer.” Con un estilo preciso y carente de adornos, la prosa de Schweblin clava, de este modo, un certero puñal en el ego del artista contemporáneo, haciendo emerger, en un abrir y cerrar de ojos, la permanente fragilidad a la que todos estamos expuestos.
Por David Núñez Como es sabido, gran parte de la obra literaria del aclamado escritor chileno Roberto Bolaño (1953 – 2003) ha estado, desde siempre, marcada a fuego por la sinuosa biografía del propio autor. Sin ir más lejos, en Los Detectives Salvajes, novela que lo consagró como el escritor más brillante de su generación y donde repasa sus vivencias como poeta y fundador del infrarrealismso mexicano, queda claramente de manifiesto esta suerte de secreta complicidad entre realidad y literatura, a través de la figura de Arturo Belano, álter ego del escritor, y junto a Ulises Lima, eje central de una trama que le debe mucho a las experiencias reales de sus protagonistas. En Sensini, relato que presentamos hoy en Revista Eucalíptica, Bolaño narra la historia de una amistad a distancia entre dos escritores latinoamericanos que residen en ciudades distintas de España, y que se conocen (se leen) a través de la publicación de un libro con los ganadores de un concurso literario de provincia en el que ambos han resultado premiados. El cuento, como es de esperar, está basado en un hecho real: la relación epistolar del propio Bolaño con el escritor argentino Antonio Di Benedetto (1922-1986) a comienzos de la década de los ochentas. El autor chileno aprovecha esta experiencia y la utiliza como punto de partida para construir un relato peculiar y melancólico, y de paso, poner el dedo en la oscura realidad de un pléyade de escritores mediocres y desconocidos, que representados por Bolaño y Sensini (Di Benedetto), se lanzan a la caza de concursos literarios provinciales de dudosa tradición, sin mayor esperanza que la de obtener algunos penosos recursos monetarios que permitan solventar un estilo de vida que a cada momento se vuelve menos decoroso. Ante el contrasentido de una literatura que sólo cumple una función meramente instrumental, la existencia de estos certámenes emerge entonces como la respuesta a una tozuda ambición que contamina y distorsiona la moral de los protagonistas (“…al mismo tiempo me instaba a perseverar (Sensini), pero no, como al principio entendí, a perseverar en la escritura sino a perseverar en los concursos, algo que él, me aseguraba, también haría”). De este modo, y aún cuando los personajes del relato nunca llegan a confrontar sus ideas en persona, ambos logran, a través de un continuo y emotivo intercambio de cartas, dar cuenta de la condición de escritores marginales y errantes que los caracteriza, y en especial, del acto de escritura como una forma de supervivencia puramente mercantil. Como no podía ser de otra forma en Bolaño, y en una ironía perfecta a un destino que en ocasiones no distingue realidad de ficción, Sensini obtuvo el Premio Narración Ciudad de San Sebastián, en 1997. Años más tarde, en un artículo sobre el Premio Nacional de Literatura de Chile, y a propósito de vencedores y vencidos, Bolaño afirmaría: “Hay que recordar que en la literatura siempre se pierde, pero la diferencia, la enorme diferencia, estriba en perder de pie, con los ojos abiertos, y no arrodillado en un rincón rezándole a San Judas Tadeo.“
EL LAUCHA BENÍTEZ CANTABA BOLEROS El Vikingo, protagonista del relato El Laucha Benítez Cantaba Boleros, del escritor argentino Ricardo Piglia (1941), es un hermético y demacrado boxeador de cuarta categoría que, pese a las innumerables golpizas recibidas a lo largo de su carrera, mantiene una cierta elegancia y dignidad al momento de plantarse sobre el ring. Fiel a este principio, el máximo palmarés en la vida profesional de este lastimoso púgil consiste en haber aguantado estoico una sesión de entrenamiento a cinco rounds ante el campeón norteamericano de peso mediano, Archie Moore, de cuyo evento sólo queda como registro un deteriorado recorte de periódico que el protagonista se empeña en conservar a modo de flamante trofeo. Piglia logra, a través de la cuidadosa y detallada descripción de este malogrado deportista, dar cuenta de la soledad y obsesión de un personaje que deambula por clubes y gimnasios de mala muerte sin otra aspiración que la de subir a un cuadrilátero a recibir paliza tras paliza, como si únicamente a través de esas espantosas masacres nocturnas encontrara de pronto el sentido final a una existencia plagada de carencias y desdichas. La carrera de El Vikingo, no obstante, experimentará un pequeño renacer con la aparición del Laucha Benítez, un boxeador novato y de aspecto frágil, y que gusta de cantar sufridos boleros mientras se entrena lanzando derechazos a una bolsa de arena que lo supera en tamaño y peso. Lo inquietante del texto es que el autor argentino asume que incluso en personajes de rasgos torpes e indolentes, como los del presente relato, el amor es un sentimiento que requiere ciertas pruebas, las que para un sujeto como El Vikingo, sin embargo, pueden terminar por llevarlo a confundir el éxtasis más puro, con la tragedia menos sublime y carente de sentido.
Por David Núñez Fiel al estilo que lo ha caracterizado desde el inicio de su carrera, y que lo ha convertido en el referente de las frases cortas, deslenguadas, llenas de humor negro e ironía, y de los relatos cargados de situaciones extrañas y un tanto grotescas, Chuck Palahniuk (1962) nos presenta en Tripas una de esas historias que nadie en su sano juicio se atrevería a contar. Mundialmente conocido tras la publicación de su novela El club de la pelea, llevada al cine más tarde por David Fincher, Palahniuk explora en este relato uno de los temas más embarazosos al interior de cualquier familia de clase media emergente: el insoportable peso del silencio ante la vergonzosa y humillante realidad doméstica. Utilizando una voz que mira hacia atrás y recuerda una serie de sucesos, algunos de carácter mítico y protagonizados tanto por amigos como por el propio narrador, Palahniuk se sumerge, literalmente, en esos instantes que de algún modo cambian para siempre la historia de los personajes, y que marcan el fin de una época teñida por la exploración sexual y las absurdas consecuencias que afloran tras los actos temerarios e irreflexivos. Más allá del tono algo licencioso e impúdico del relato, Palahniuk aprovecha cada pliegue de la narración para deslizar una sugerente crítica a la nueva escala de valores familiar de occidente, y con ello, al ejercicio de las apariencias, con especial énfasis en aquellas cosas que a veces es mejor callar, aún cuando no exista nadie afuera que se interese por saberlas.
Por David Núñez Miranda July (1974) es una multifacética artista estadounidense. Hija de escritores, July ha incursionado en el cine como directora (Tú, yo y todos los demás) y actriz, además de las artes multimedia, la música, y por supuesto, la literatura. Su primer libro de relatos, Nadie es más de aquí que tú, explora temáticas relativas a la angustia juvenil frente al mundo adulto, el desamor, la ausencia de realidad y las opresivas relaciones filiales. En El Equipo de Natación, la autora, adoptando el recurso de la primera persona, nos refiere la historia de una adolescente de 22 años, que en un intento por demostrarse a sí misma que es capaz de romper las ataduras que la ligan a sus padres, termina anclada en un pueblo minúsculo y desprovisto de vida, donde de un día para otro se convierte en la entrenadora de natación de un grupo de ancianos tan carentes de sueños como ella. La historia no tendría nada de particular si no fuera por el hecho que en el pueblo no existe ninguna piscina donde practicar aquel deporte. Este detalle, sin embargo, no amilana a los participantes ni a la protagonista, que halla en unas estrafalarias sesiones de entrenamiento un nexo con su propia identidad, descubriendo así una personalidad que de pronto se le revela como algo auténtico y propio. Con una voz irónica, a ratos cargada de furia y despecho, pero siempre profundamente honesta, la protagonista asume el peso de las circunstancias, y de paso, los costos que aquello ha producido en la nueva etapa de su vida, alterando así, de forma decisiva, las frágiles relaciones con las personas que alguna vez fueron parte de su pasado.
Por David Nuñez Publicado primero en Cuentos Barceloneses (1989), y más tarde en Suicidios Ejemplares (1991), el relato La Hora de los Cansados, del escritor catalán Enrique Vila-Matas (1948), narra el momento en que un hombre común y corriente decide, como una forma de revelarse frente al cansancio de la vida ordinaria, recorrer parte de la ciudad de Barcelona persiguiendo a un desconocido, un hombre viejo y de aspecto cadavérico y que a su vez persigue a otro sujeto, un individuo de raza negra y sonrisa de caníbal. Vila-Matas utiliza esta pequeña trama para enseñarnos unos personajes fatigados y tristes, unos seres que deambulan por la ciudad sin mayor esperanza que la de realizar algún acto absurdo y definitorio, alguna acción que haga estallar de una vez por todas la monotonía que llevan dentro de sus corazones. La paradoja del relato es que precisamente este cansancio, que trasciende el mero estado físico, (“…siempre ando cansado, cansado de esta lamentable ciudad, cansado del mundo y de la estupidez humana, cansado de tanta injusticia”), se constituirá de pronto en el rasgo que permitirá a los protagonistas lograr una extraña conexión, una especie de reconocimiento en el otro de las frustraciones y amarguras propias. Sin embargo, y como suele ocurrir en la literatura de Vila-Matas, esta suerte de oscura premonición terminará también por trazar una delgada línea entre los personajes, un sutil límite entre la esperanza y la inminente fatalidad.
Por David Núñez A esta altura del partido, Raymond Carver (1939-1988) es un escritor que no necesita mayor presentación. Considerado uno de los principales renovadores del cuento norteamericano de la segunda mitad del siglo veinte, Carver ha desarrollado una obra llena de historias y personajes desgastados y frágiles, aunque no por ello menos conmovedores, que se mueven por la vida con la aparente consigna de no esperar nada trascendente de ella. En Visor, relato que abre esta nueva sección de Revista Eucalíptica, Carver nos presenta el retrato de un hombre abandonado, en cuyo interior aún retumban las heridas y cicatrices de un fracaso familiar que el protagonista se niega a asumir del todo. A partir de la visita de un extrañísimo vendedor ambulante (“Un hombre sin manos llamó a mi puerta para venderme una fotografía de mi casa”), el personaje se encontrará de pronto ante la oportunidad de expresar toda su frustración y desencanto, aunque de una forma tan irracional e inútil, que para el lector será imposible no sentirse desconcertado ante la reacción del protagonista. Con su prosa característica, a ratos sobria, a ratos punzante como una navaja, Carver refleja en este relato una vez más la dureza de la realidad cotidiana, y el desolador efecto en las personas que transitan por ella.
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