Por Fernando Muñoz
La noche es noche, sin luna ni estrellas; noche oscura, callada y quieta. La noche es noche, poncho azabache del color de los funerales. Bajo el manto que lo cubre todo, Se despliega una tierra triste y sin esperanza, Seca comarca donde ha caído el sudor, ahora apagada bajo un cielo sin luna ni estrellas. Lo único claro en medio de esta nada, es el pequeño fuego en el quincho arruinado. El campesino sentado, con la mirada perdida en un sueño imposible o en un recuerdo inalcanzable. Sus manos gastadas, crujientes, secas como la tierra misma que trabaja y trabaja. Si sus manos fuesen alas se quebrarían al primer vuelo y caería al suelo el deseo sin sustento. Pero, las manos no son sueños, sólo herramientas oscuras en esta noche tan triste. En el brillo de los ojos El fuego danza… Por un instante, la noche y el silencio desaparecen. Un crepitar tímido de ramitas y hojas secas. El vapor de la olla casi vacía que se desvanece. Agua que hierve para engañar al hambre. Una voz lo llama desde la distancia o quizás desde el mismo fuego, entonces el campesino ve aparecer de entre las sombras, una silueta más oscura que la oscuridad que lo rodea. Y feliz la contempla, sabiendo, que se acabará la estúpida miseria. |
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May 2024
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