Por Fernando Muñoz Y pasa el tiempo de las uvas el tiempo pasa y se convierten en pasas las nubes, el viento del otoño uva que no fue vino Solo hay tiempo entre nosotros. Unas flores silvestres en medio de la mesa, esperando por una cena que nunca será servida. Pero… ¿Qué sabemos nosotros de eso? Todo el futuro es una idea ambigua y poco original, – vivir y morir en un instante – cada minuto que se va, la uva es menos uva y más pasa. Y me miras desde el otro lado de la mesa, un mantel blanco se extiende entre el tú y el yo, como si una fria capa de nieve lo cubriera todo. Hasta que tus palabras comienzan a dejar huellas sobre este mantel-nieve… el barro, la suciedad y el hollín de las chimeneas se van mezclando con la otrora blancura. – y la comida que no llega – Las flores se han marchitado; El mantel ahora viejo y sucio se deshace a cada brisa mi rostro arrugado y de mirada triste calla, sin palabras el tiempo me ha dejado. No hay contraataque que pueda vencer al tiempo. Sin embargo, tu con la misma belleza de siempre tu piel tersa y porcelana. desvías la mirada buscando un horizonte lejano y ficticio. Buscas ese rostro juvenil que te enamorase antaño, (antaño, que melancólica palabra) Buscas esa sonrisa que pudiese arreglarlo todo. Pero esa sonrisa no va a llegar, ni la comida que esperamos, ni mi voz que rompa este silencio… Hace tiempo deje de ser uva y de ser pasa. Foto: Pilar Maldonado Por Fernando Muñoz
Encontré un pajarito muerto en la playa, entre las dunas y las rocas. Estaba ahí, tan tranquilo, como si se hubiese quedado dormido mientras volaba. El vaivén de las olas, su murmullo constante. La gente empezaba a llenar la playa, alguien clavó una sombrilla en la arena, otro sacudió una toalla al aire. Los niños corrían alrededor, sus risas y gritos flotaban sobre el viento salado. Y el pajarito, tendido en la arena, bajo el sol y el calor que lo abrazaban. Invisible a todos. El atardecer llegó en un instante. Las familias se fueron yendo, hasta que solo quedaron unas cuantas personas caminando, recogiendo conchas y piedrecitas. El pajarito seguía ahí, quieto y apacible, sin que nadie lo viera, sin que nadie dijera nada. Muerto, o tal vez solo soñando que la marea subiera lo suficiente para irse nadando hasta siempre. (Revisado el 5 de marzo del 2025) Por Fernando Muñoz
Tinta como una copa de cabernet como una taza de té negro, Ceylán o como un café cargado y amargo. Tinta como esas notas en la partitura la doble corchea. o esas pestañas tuyas laaaargas y sensuales… Tinta como el lunar en mi mejilla o el diente invisible de aquel abuelo cuando nos sonreía. Tinta, como tus zapatos lustrosos o las arrugas en tus manos. Tinta, como el carbón en el brasero, ese que calentaba el agua que poníamos en el mate, ese que derretía el queso que comíamos con los panes amasados. Tinta, del color de tus cabellos, escribiendo sobre tu rostro del color de esos dos puntos suspensivos e infinitos que son tus ojos. Tinta, no como mi sangre, pues mi sangre es roja y esto que te escribo hoy, es en papel blanco… pero con letras negras porque la melancolía es oscura como la tinta… tengo entintados los recuerdos. Por Fernando Muñoz
La nieve cae copiosa y suavemente sobre la mesa. La cena está servida, se enfría… El pan, mira como el café juega con el viento y como se desprenden los fantasmas en su aliento. La cucharita más fría, más solitaria, yace sobre el mantel casi dormida. La blancura comienza a cubrirlo todo, los fantasmas se desvanecen en un café más frío, en una tarde ya ida… El pan silencioso, ve como su cuerpo se humedece y endurece, y la cuchara inadvertida, yace más fría. Perece. Por Fernando Muñoz
La noche es noche, sin luna ni estrellas; noche oscura, callada y quieta. La noche es noche, poncho azabache del color de los funerales. Bajo el manto que lo cubre todo, Se despliega una tierra triste y sin esperanza, Seca comarca donde ha caído el sudor, ahora apagada bajo un cielo sin luna ni estrellas. Lo único claro en medio de esta nada, es el pequeño fuego en el quincho arruinado. El campesino sentado, con la mirada perdida en un sueño imposible o en un recuerdo inalcanzable. Sus manos gastadas, crujientes, secas como la tierra misma que trabaja y trabaja. Si sus manos fuesen alas se quebrarían al primer vuelo y caería al suelo el deseo sin sustento. Pero, las manos no son sueños, sólo herramientas oscuras en esta noche tan triste. En el brillo de los ojos El fuego danza… Por un instante, la noche y el silencio desaparecen. Un crepitar tímido de ramitas y hojas secas. El vapor de la olla casi vacía que se desvanece. Agua que hierve para engañar al hambre. Una voz lo llama desde la distancia o quizás desde el mismo fuego, entonces el campesino ve aparecer de entre las sombras, una silueta más oscura que la oscuridad que lo rodea. Y feliz la contempla, sabiendo, que se acabará la estúpida miseria. Por Fernando Muñoz
No más miedo me dijiste, mientras tu mirada se perdía en las nubes de un cielo gris, gris como la ciudad que te abrazaba y en su abrazo te asfixiaba. No más tristeza, me insinuaste… con una semi-sonrisa entre tus mejillas rosadas, rosadas por el frio de este invierno. ¿Porqué caminamos por esta calle? – me preguntaste y sin tener respuesta, sólo atiné a decir porque nuestros pasos tienen alma propia. (cuando la verdad era que querían reconstruir el recuerdo) Te detuviste frente a la casa vieja, nuestra casa descolorida, por años, por el humo de los sueños quemados descolorida por el tiempo…tic tac tic tac tic tac. Yo tratando de encontrar una llave imaginaria en mis bolsillos, para poder abrir la puerta a una incertidumbre aún mayor te miraba de reojo. No más miedo – me dijiste No se necesitan llaves para lo que nunca se cerró. Por Fernando Muñoz
Anoche soñé contigo, con la casa vieja; anoche soñé contigo, con la casa chica, con esas callecitas de casas pareadas pintadas de colores gastados. Anoche soñé contigo y con tu voz, y con tus manos. Y soñé con tus ojos siempre son tus ojos, se quedaron incrustados en mi memoria, como la lluvia… Anoche soñé con tus ojos y con la lluvia. Por Fernando Muñoz
Obséquiame un libro usado, leído por tus ojos y acariciado por tus manos. Regálame un libro usado, que te haya hecho soñar en alguna ventana para irme también en ese sueño. Regálame un libro usado, que te haya llevado a algún lugar distante; y así tal vez, yo también poder irme… y traerte de vuelta. (Foto: Jocelyn Muñoz) Por Fernando Muñoz
El tiempo ya pasó el de los suspiros y el de los sueños, un mundo que se cae a pedacitos como la pintura en la casa vieja, la casa chica, esa casa donde crecimos. El tiempo, movedizo, circular, cuncunar efímero, a veces eterno… casi siempre efímero. Y pienso que te vas pero, soy yo el que se está yendo. la perspectiva de las cosas… La piel se hace vieja, los ojos se hacen viejos, los sueños se evaporan en este desierto de sentimientos, en este desierto de emociones. ¿Dónde quedó el ímpetu de la infancia? ¿Dónde quedaron mis disfraces de superhéroes? ¿Dónde quedaron mis libros de poemas? ¿Dónde quedo ese brillo en mis ojos? La bala asesina, perdida y anónima fue a darme en el medio del alma, no sólo quebrándola sino, reventándola igual que esas burbujas que flotaban en el cielo cuando era niño al principio hermosas, delicadas luego un tambaleo… para desintegrarse en la nada misma desintegrarse… eso! Mi alma desintegrada por una bala a la deriva. Y tu beber para olvidarlo, no, no te llevará a ninguna parte tampoco, el querer perderte en los sueños de antaño, la melancolía es una trampa, es una mujer a la vuelta de la esquina con una máscara de inocencia pero que en el fondo solo desea devorar lo poco y nada que queda en los huesos. ¿Y para qué vine a este mundo? promesas de un paraíso no son suficientes ¡Yo quería mi paraíso en aquel instante! Sin puertas, sin rejas, sin peros ni condiciones. Con libertad e inocencia. porque a su imagen y semejanza fui concebido y a su imagen y semejanza morí aquel día. Mi alma desintegrada por una bala perdida. Por Fernando Muñoz
De sonidos, ciudad. pasos y voces, conversaciones al pasar. De tu voz, juntos almorzando recuerdos y palabras, mientras la lluvia acariciaba la piel triste de las ventanas. Los pestillos tiritando no del frio, sino del pasar de los autos, los temblores, el metro o alguna réplica en tu corazón. y el tiempo… silencioso, atravesando los cuerpos para recordarnos que la carne duele. Tus ojos acariciando el pasado, como si pudiese tocarse ahí tan cerca de los míos. Gotitas se desprenden silenciosamente, dibujando caminos en el vidrio, en la piel, en los recuerdos. (Foto: M. G. Dominguez) Por Fernando Muñoz
El verso El Beso Apocalipsis Fin del viaje tu voz cámara fotográfica Fotogénica Plausible café y vapor besando el espacio vacío entre los dos Libro abierto media página la aguja dibujando el vinilo Despertar Sol No eres más que una estrella fugaz Por Fernando Muñoz
(Ya no existen las historias de amor sólo la histeria de amarnos). Me decías “It’s a very hard world”, mientras te desnudabas rápidamente. Y yo pensaba… What the hell am I doing here? Me querías por mi calidad bilingüe, te gustaba hacer el amor con subtítulos debajo de las sábanas. Me buscabas cuando querías dar rienda suelta a tu curiosidad transcultural, “Let’s go and have some enchiladas”, decías. Yo, ni siquiera era de México… de otro continente, de otro continente. El día que compré mi boleto de regreso, You didn’t even cry. Me dejaste en la inmaculada loza del aeropuerto, como quien devuelve algo al Wal-Mart. “Bye, bye baby” y un ademán de despedida, y yo ahí esperando, esperando volver a mi Pachamama. – Bye, bye baby?! ¡A la puta que te parió! Por Fernando Muñoz
Si todas las palabras fueran aves migratorias y volarán de mi boca para llegar a tus oídos, no faltaría un instante en aquel vuelo transatlántico, transiberiano y transpacífico, en el que dejaran de pensar en ti. Tú como destino impregnado en su ser. Y es tan fácil creer en esta metáfora de aves que llegan a tus oídos. Pero, palabras son sólo palabras, letras impresas en un teclado de plástico letras que mis dedos tocan imaginando que es a tí a quién tocan. ¿Cómo podrías saberlo? Si estas palabras para ti son, tan sólo palabras, sin querer ver el sentido y sentimiento que hay detrás de ellas. De la misma forma los pájaros son sólo pájaros, conjunto de materia voladora, de alas extendidas, finita. Que desaparecen detrás de una nube borracha, un par de puntitos negros en la distancia, como lunares en tu espalda. Pues, si ni las palabras, ni los pájaros son importantes, ni el sentimiento, ni la distancia. Es sólo el hecho de haberte conocido y el recuerdo. No hay futuro. Sólo el recuerdo. Photo: Jocelyn Muñoz Por Fernando Muñoz
Sólo la soledad entiende lo que hay en mis pensamientos y el corazón delata lo que ocurre en la consciencia como un tic tac proveniente de un muro vacío, vacío como es el alma en penitencia. Sólo mis ojos comprenden lo que observan desde su definitiva insolencia fugitiva incrustados en una piel que ya no sabe de inocencias anteponiéndose al recuerdo y los sueños de la vida Sólo mis manos son culpables de los crímenes de la destrucción y el dolor ocasionado, son éstas mismas en su ambiguedad divina las que han creado, acariciado y amado. Sólo mis pies conocen donde he estado y ellos bifurcan y unifican los caminos y cuando se cansan de esperar por lo soñado, sin despedirse retoman su rumbo peregrino. Foto: Jocelyn Muñoz Por Fernando Muñoz
Y si te llega esta carta en un momento deseado, justo en aquel momento en que la estabas esperando. Si no hubiese otra forma de conocerte que fuese a través de la distancia y de un tiempo quebrado. Dime donde estás y te diré quien eres, Una poesía a intervalos, desconectada. Se produce el producto y la tierra lo come todo Inevitable, destructible, irrepetible. La constelación se despliega a cielo tendido Los puertos reciben a sus hijos pródigos Los poetas se visten de ropas viejas Las mujeres conversan a media noche alrededor de un brasero crepitante Los gatos ronronean cuando los dedos de la noche le acarician los lomos Defíneme enana palabra, Abrázame en el aire ausente Escríbeme de tu hijos, tus historias y tus amantes. Solamente mírame a los ojos, el tiempo hará el resto. Caleidoscópica afinidad Profecías a medio cumplir no son profecías, sólo un juego de azar De esta modernidad. Los Lobos son un grupo musical que se viste de ovejas. Mister Jobs se dijo a sí mismo un día, hagamos computadoras. Y si de mí se trata. Levantarme temprano en la mañana, y sentir el pulso de una ciudad, Las micros corriendo caóticamente como una sinfonía de abejas con nombres poéticos como Nuevo Amanecer, Recoleta Lira, Pila Cementerios, Música en los oídos, “y me verás caer” “No se puede vivir del amor”. Ciudad de protestas, parques y plazas Supercinerama con Dolby Stereo Así me gusta Chile ‘Con una pala y un sombrero’ Salvado por la campana y las telenovelas mexicanas. La ley de los Magníficos después de los noticiarios Ya viene la fuerza. Taxis Ladas girando como abejas, zánganos y avispas alrededor de la Plaza Italia Feria del libro, del libro, de los libros, Show de los Libros. De la infancia infinita Sobre tardes lánguidas Tardes de cine y té club. Atravesando una Plaza de Armas con jardines y pasto. Una Casa de Moneda gris y opaca como un recuerdo, con las cicatrices de las balas en la fachada. Y de la mano al Cine-Arte Normandie Paseando por los vinilos añosos de San Diego Entre el Principito y los Rockeros Celestes. Sobre el anaquel juntábamos los autitos Copec. En nuestras mochilas cargábamos los libros de cromo Salo -Veinticuatro mil quinientos raya cero tres- Y la bengala maldita que acabó con nuestros sueños Sin mirar atrás nos fuimos en un ‘Tren al sur’… Cantando junto a la voz de los ochenta- ¿Dónde quedó la fuerza? Y el sombrero y el látigo, El arqueólogo pinta de galán, pinta de héroe, nuestro Ulises moderno. Mientras en la magia de los pasos del artista, con mocasines lustrosos y calcetines blancos El “moonwalk” había nacido para morir en la estridencia de Cobain. De mañanas caóticas Cuando sólo teníamos dos líneas del Metro Y mirábamos los dibujos animados desplegarse sobre las tardes Y soñábamos con un futuro mejor Leímos juntos la poesía de Neruda Y nos asombrábamos cuando descubríamos Altazor. y a Nicanor y a Eleanor… Carabineros, piedras y protestas Bombas lacrimógenas La alegría ya viene, la democracia ya viene Nunca llegaron completamente Qué una generación perdida. Queriendo volver al futuro Sin nada más que perder ni ganar Y aquí estamos contando ovejas para poder dormir. Por Fernando Muñoz
Y este frío y este invierno, no es como los de antes… Los de antes, eran distintos… de mates, con carbón en el brasero, de panes amasados… con conversaciones interminables, como las mantas que nos cubrían las piernas. Con mi abuela, la risa de mi abuela, las carcajadas de mi tía y mi madre; mis tíos y sus bromas, sus chistes y sus historias. Mis primos, jugando y corriendo de un lado a otro indiferentes al frio y la lluvia. Todos en un coro de risas y voces familiares. Pero en inviernos como hoy, silenciosos, lejanos, apagados y cerámicos, en este invierno rodeado de modernidad y de computadoras, de una vida de palabras minimalistas, es que mis inviernos de antaño se me hacen calurosos, acojedores… Mis inviernos de antaño se convierten en primavera, que florece en el sonido de las voces de mi memoria, y se extiende cual sonrisa sobre el mantel. Y es que este invierno y este frío, no es como los de antes… Por Fernando Muñoz
Los atardeceres en los parques con su flora viajera de un tiempo constante y su fauna exótica y erótica besándose en un instante pretérito. De estos parques con sus atardeceres, y con los niños corriendo, riendo, jugando escalando los mismo árboles que nosotros escalabamos, esa flora infinita en las manos de la inocencia. En estos parques de atardeceres dorados. Con su arquitectura elegante como dama de antaño, construída con los sueños de los hombres, inspirados en la suavidad de sus amantes. De esos atardeceres, desde una banca observando sin prisa ni hora… como los recuerdos pasan como sombras en los parques, esperando dejar de ser fauna para convertirse en flora. Foto: Jocelyn Muñoz Por Fernando Muñoz
Vente conmigo a la profundidad de los bosques en tu bicicleta de viento y deseo, nos iremos en lo que parecerá una ruta sin sentido pero debe ser así para burlar la fatalidad de la muerte. Ven y bebamos del té negro acompañados de perfumes y aromas lejanos, nos sentaremos sobre una alfombra persa entre cojines de colores tierra y carmesí y contemplaremos el vapor flotar sobre nuestros problemas en un tiempo lento de miradas encadenadas; y beberemos la poción en las copas de los árboles en una proposición de vida o decepción. y créeme cuando te digo que nunca he vivido algo así, ni siquiera en mis memorias más distantes. Soy un novato en tus brazos, deseando quedarme entre ellos siempre… sabiendo que la imposibilidad se posa sobre nosotros, como las nubes del tiempo inclemente que se aproxima. Sígueme al centro de este bosque debe haber un lugar en el camino donde podamos ser nosotros mismos donde los brazos verdes del silencio nos pongan a dormir. Por Fernando Muñoz
Y me voy hundiendo en el tiempo, aroma de muerte, como los funerales aroma a claveles pudriéndose lentamente Me voy hundiendo en el tiempo. Si antes medía lo que medía, me he ido encogiendo poco a poco las piernas se disuelven a cada paso y se desmoronan como las dunas lenta e imperceptiblemente. Una brisa y ahí van los últimos diez años, cerro abajo, arena movediza esta vida un temblorcito y se hunde el pasado Es una crónica de una desaparición anunciada empezó tragándose mis tobillos rodillas cintura pulmones cuello (y mi voz) ojos oídos y mi frente… sólo quedan unos cabellos asomándose sobre la tierra hasta que venga una peluquera de esas pasadas a cigarro y trasnoches y con su escobillón negro y gastado los barra y arrojé a la basura. Ilustracion: Jocelyn Muñoz Por Fernando Muñoz
Soy como una madeja, de lana oscura y vieja, enredado en los contornos de una vida, mitad vivida. Soy como una canción de otoño, de esas que se escuchan detrás de ventanas empapadas; mientras las hojas se desprenden de los árboles, para dejarse llevar por el viento gris del sur. Soy como un disco de vinilo, ya tocado tantas veces que pierde el límite de los zurcos, y repite los errores de un pasado que acaba de sonar en los oídos perdidos de una mirada pálida y callada. Soy ese caminar de memoria, por calles de una ciudad construida en recuerdos de una memoria lejana y marchita de una ciudad inexistente. Completamente creada por mi imaginación. Ovillo de lana enredado. ¡Dejad que el gato juege! |
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Marzo 2025
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