Por David Núñez Fiel al estilo que lo ha caracterizado desde el inicio de su carrera, y que lo ha convertido en el referente de las frases cortas, deslenguadas, llenas de humor negro e ironía, y de los relatos cargados de situaciones extrañas y un tanto grotescas, Chuck Palahniuk (1962) nos presenta en Tripas una de esas historias que nadie en su sano juicio se atrevería a contar. Mundialmente conocido tras la publicación de su novela El club de la pelea, llevada al cine más tarde por David Fincher, Palahniuk explora en este relato uno de los temas más embarazosos al interior de cualquier familia de clase media emergente: el insoportable peso del silencio ante la vergonzosa y humillante realidad doméstica. Utilizando una voz que mira hacia atrás y recuerda una serie de sucesos, algunos de carácter mítico y protagonizados tanto por amigos como por el propio narrador, Palahniuk se sumerge, literalmente, en esos instantes que de algún modo cambian para siempre la historia de los personajes, y que marcan el fin de una época teñida por la exploración sexual y las absurdas consecuencias que afloran tras los actos temerarios e irreflexivos. Más allá del tono algo licencioso e impúdico del relato, Palahniuk aprovecha cada pliegue de la narración para deslizar una sugerente crítica a la nueva escala de valores familiar de occidente, y con ello, al ejercicio de las apariencias, con especial énfasis en aquellas cosas que a veces es mejor callar, aún cuando no exista nadie afuera que se interese por saberlas.
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