Por David Nuñez Para finalizar el primer ciclo de Eucalíptica Presenta, traemos a la mesa una escritora que ha hecho de las narraciones incómodas y mordaces su verdadera marca literaria: Lina Meruane (1970). Autora de las novelas Póstuma (2001), Fruta podrida (2007), y últimamente, Sangre en el ojo (2012), la escritora chilena ha desarrollado una mirada tan intensa respecto al mundo interior de la mujer y las fracturas con que se construye la identidad femenina, que resulta imposible quedar indiferente ante la expresividad y el coraje de su escritura. En el texto de hoy, Hojas de afeitar, Meruane detalla la historia de un grupo de niñas adolescentes que descubre, a modo de secreto fetiche, el asombroso y erótico placer de afeitar cada vestigio de su cuerpo a escondidas, entre las paredes y azulejos del baño del colegio al que todas asisten. El grupo experimentará una pujante excitación con la llegada de Pilar, una novel estudiante de facciones duras y ojos penetrantes y que esconde debajo de su jumper una maraña virgen y frondosa que espera con ansias ser arrancada de cuajo. A partir del tema de la exploración sexual y la obsesión juvenil como desahogo colectivo, la autora sitúa la atención del texto en aquellas pulsiones que son capaces de corromper la ansiedad más templada, y que en el caso de las protagonistas del relato, además, dejarán en evidencia las marcas de una perturbación que a veces puede acabar de forma tan violenta como lujuriosa. ![]()
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Por David Nuñez Escritor, guionista y director de cine, el niño rebelde de las letras españolas, Ray Loriga (1967), se presenta en Revista Eucalíptica con un texto que de algún modo resume las principales temáticas que han poblado la obra del autor español a lo largo de su carrera. 10 Canciones de Amor y 7 Caminos Distintos de Vuelta a Casa es básicamente una declaración de rebeldía frente a la pérdida del amor, y en especial, ante la imposibilidad de aceptar un destino que se torna cada vez más amargo y obsesivo. Escrito en segunda persona, el texto evoca tangencialmente los altos y bajos de una relación turbulenta, de la que sólo quedan como evidencia unas marchitas cenizas que el protagonista insiste mantener ardiendo a punta de incesantes desvaríos existenciales. Con una voz aguda que se mueve entre el despecho y la esperanza más estoica, el narrador consigue crear una atmósfera que conmueve y aprisiona, y que se eleva sobre la consciencia del protagonista como una especie de rezo que no tiene otra expectativa más que caer en el vacío y la soledad final. ![]()
Por David Núñez Ganadora del Premio Casa de las Américas, en 2008, por su estupendo conjunto de relatos Pájaros en la boca, y elegida entre los mejores 22 narradores jóvenes en español por la influyente revista británica Granta, la escritora argentina Samanta Schweblin (1978) ha logrado, a punta de historias refinadamente perturbadoras, convertirse en una de las narradores más inquietantes y originales del siempre exigente medio literario trasandino. En uno de sus textos más breves y concisos, Perdiendo velocidad, la autora argentina delinea la figura de dos solitarios artistas circenses venidos a menos y que de pronto se encuentran ante la obligación de tomar consciencia respecto a la inevitable pérdida del pintoresco talento que un día hizo a la multitud rendirse ante sus pies. El atractivo de la narración es que el texto también puede leerse como el abismo al que eventualmente se enfrenta todo artista en algún momento de su vida: la confirmación de una llama que empieza poco a poco a extinguirse, y ante la cual no cabe otra alternativa más que sentarse a esperar un desenlace tan cruel como fulminante, y que en palabras de Tego, uno de los protagonistas del relato, sucede cuando “uno deja de hacer bien lo que uno mejor sabe hacer.” Con un estilo preciso y carente de adornos, la prosa de Schweblin clava, de este modo, un certero puñal en el ego del artista contemporáneo, haciendo emerger, en un abrir y cerrar de ojos, la permanente fragilidad a la que todos estamos expuestos. ![]()
Por David Núñez Como es sabido, gran parte de la obra literaria del aclamado escritor chileno Roberto Bolaño (1953 – 2003) ha estado, desde siempre, marcada a fuego por la sinuosa biografía del propio autor. Sin ir más lejos, en Los Detectives Salvajes, novela que lo consagró como el escritor más brillante de su generación y donde repasa sus vivencias como poeta y fundador del infrarrealismso mexicano, queda claramente de manifiesto esta suerte de secreta complicidad entre realidad y literatura, a través de la figura de Arturo Belano, álter ego del escritor, y junto a Ulises Lima, eje central de una trama que le debe mucho a las experiencias reales de sus protagonistas. En Sensini, relato que presentamos hoy en Revista Eucalíptica, Bolaño narra la historia de una amistad a distancia entre dos escritores latinoamericanos que residen en ciudades distintas de España, y que se conocen (se leen) a través de la publicación de un libro con los ganadores de un concurso literario de provincia en el que ambos han resultado premiados. El cuento, como es de esperar, está basado en un hecho real: la relación epistolar del propio Bolaño con el escritor argentino Antonio Di Benedetto (1922-1986) a comienzos de la década de los ochentas. El autor chileno aprovecha esta experiencia y la utiliza como punto de partida para construir un relato peculiar y melancólico, y de paso, poner el dedo en la oscura realidad de un pléyade de escritores mediocres y desconocidos, que representados por Bolaño y Sensini (Di Benedetto), se lanzan a la caza de concursos literarios provinciales de dudosa tradición, sin mayor esperanza que la de obtener algunos penosos recursos monetarios que permitan solventar un estilo de vida que a cada momento se vuelve menos decoroso. Ante el contrasentido de una literatura que sólo cumple una función meramente instrumental, la existencia de estos certámenes emerge entonces como la respuesta a una tozuda ambición que contamina y distorsiona la moral de los protagonistas (“…al mismo tiempo me instaba a perseverar (Sensini), pero no, como al principio entendí, a perseverar en la escritura sino a perseverar en los concursos, algo que él, me aseguraba, también haría”). De este modo, y aún cuando los personajes del relato nunca llegan a confrontar sus ideas en persona, ambos logran, a través de un continuo y emotivo intercambio de cartas, dar cuenta de la condición de escritores marginales y errantes que los caracteriza, y en especial, del acto de escritura como una forma de supervivencia puramente mercantil. Como no podía ser de otra forma en Bolaño, y en una ironía perfecta a un destino que en ocasiones no distingue realidad de ficción, Sensini obtuvo el Premio Narración Ciudad de San Sebastián, en 1997. Años más tarde, en un artículo sobre el Premio Nacional de Literatura de Chile, y a propósito de vencedores y vencidos, Bolaño afirmaría: “Hay que recordar que en la literatura siempre se pierde, pero la diferencia, la enorme diferencia, estriba en perder de pie, con los ojos abiertos, y no arrodillado en un rincón rezándole a San Judas Tadeo.“ ![]()
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