Por David Núñez Ganadora del Premio Casa de las Américas, en 2008, por su estupendo conjunto de relatos Pájaros en la boca, y elegida entre los mejores 22 narradores jóvenes en español por la influyente revista británica Granta, la escritora argentina Samanta Schweblin (1978) ha logrado, a punta de historias refinadamente perturbadoras, convertirse en una de las narradores más inquietantes y originales del siempre exigente medio literario trasandino. En uno de sus textos más breves y concisos, Perdiendo velocidad, la autora argentina delinea la figura de dos solitarios artistas circenses venidos a menos y que de pronto se encuentran ante la obligación de tomar consciencia respecto a la inevitable pérdida del pintoresco talento que un día hizo a la multitud rendirse ante sus pies. El atractivo de la narración es que el texto también puede leerse como el abismo al que eventualmente se enfrenta todo artista en algún momento de su vida: la confirmación de una llama que empieza poco a poco a extinguirse, y ante la cual no cabe otra alternativa más que sentarse a esperar un desenlace tan cruel como fulminante, y que en palabras de Tego, uno de los protagonistas del relato, sucede cuando “uno deja de hacer bien lo que uno mejor sabe hacer.” Con un estilo preciso y carente de adornos, la prosa de Schweblin clava, de este modo, un certero puñal en el ego del artista contemporáneo, haciendo emerger, en un abrir y cerrar de ojos, la permanente fragilidad a la que todos estamos expuestos.
2 Comments
|