EL LAUCHA BENÍTEZ CANTABA BOLEROS El Vikingo, protagonista del relato El Laucha Benítez Cantaba Boleros, del escritor argentino Ricardo Piglia (1941), es un hermético y demacrado boxeador de cuarta categoría que, pese a las innumerables golpizas recibidas a lo largo de su carrera, mantiene una cierta elegancia y dignidad al momento de plantarse sobre el ring. Fiel a este principio, el máximo palmarés en la vida profesional de este lastimoso púgil consiste en haber aguantado estoico una sesión de entrenamiento a cinco rounds ante el campeón norteamericano de peso mediano, Archie Moore, de cuyo evento sólo queda como registro un deteriorado recorte de periódico que el protagonista se empeña en conservar a modo de flamante trofeo. Piglia logra, a través de la cuidadosa y detallada descripción de este malogrado deportista, dar cuenta de la soledad y obsesión de un personaje que deambula por clubes y gimnasios de mala muerte sin otra aspiración que la de subir a un cuadrilátero a recibir paliza tras paliza, como si únicamente a través de esas espantosas masacres nocturnas encontrara de pronto el sentido final a una existencia plagada de carencias y desdichas. La carrera de El Vikingo, no obstante, experimentará un pequeño renacer con la aparición del Laucha Benítez, un boxeador novato y de aspecto frágil, y que gusta de cantar sufridos boleros mientras se entrena lanzando derechazos a una bolsa de arena que lo supera en tamaño y peso. Lo inquietante del texto es que el autor argentino asume que incluso en personajes de rasgos torpes e indolentes, como los del presente relato, el amor es un sentimiento que requiere ciertas pruebas, las que para un sujeto como El Vikingo, sin embargo, pueden terminar por llevarlo a confundir el éxtasis más puro, con la tragedia menos sublime y carente de sentido.
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