Y en un sólo byte me sonreíste,
a la velocidad digital tomaste mi mano…
y en unos cuantos pixeles dibujaste nuestro amor
Click por allí, click por allá…
Enviar.
Mensaje desconstruído y codificado,
para volver a materializarse
frente a tus ojos.
Te sientas frente al computador todo el día, toda la semana, los meses y finalmente los años. Dices que vives en un mundo real y palpable, pero la verdad es que te has convertido en un ser virtual, con pensamientos virtuales, con emociones virtuales y con relaciones virtuales. Todo es medible en el ancho de banda, en bytes y megabytes.
Te detienes por un instante.- Ese archivo es demasiado grande para enviarlo, reduces la resolución, todavía puede verse el objeto, lo cierras.- lo envías.
Y es así como perteneces a esta tribu digital, todos seres que en la realidad están muy lejos como para tocarse, abrazarse, olerse, incluso escucharse (no hay nada como el dulce sonido de la voz a través de la palabra recién emitida, creada).
La pantalla de tu ordenador, te mira fría, con ese azulino color fúnebre… ese halo de muerte, de noche en vela, probablemente una luz de neón te cegará tempranamente y ya el día y la noche desaparecen y se fusionan en esta constante luz dura, que se siente en las sienes.
Y envías correos electrónicos, y fotos, y mensajes instantáneos. Dices que la quieres, ella dice que te ama, y de esta manera vas creándote esta historia digital, que como todas las historias de amor, quedará perdida en las intrincadas redes de este mundo virtual hasta que un buscador de historias suceda encontrarla.
Por Fernando Muñoz
a la velocidad digital tomaste mi mano…
y en unos cuantos pixeles dibujaste nuestro amor
Click por allí, click por allá…
Enviar.
Mensaje desconstruído y codificado,
para volver a materializarse
frente a tus ojos.
Te sientas frente al computador todo el día, toda la semana, los meses y finalmente los años. Dices que vives en un mundo real y palpable, pero la verdad es que te has convertido en un ser virtual, con pensamientos virtuales, con emociones virtuales y con relaciones virtuales. Todo es medible en el ancho de banda, en bytes y megabytes.
Te detienes por un instante.- Ese archivo es demasiado grande para enviarlo, reduces la resolución, todavía puede verse el objeto, lo cierras.- lo envías.
Y es así como perteneces a esta tribu digital, todos seres que en la realidad están muy lejos como para tocarse, abrazarse, olerse, incluso escucharse (no hay nada como el dulce sonido de la voz a través de la palabra recién emitida, creada).
La pantalla de tu ordenador, te mira fría, con ese azulino color fúnebre… ese halo de muerte, de noche en vela, probablemente una luz de neón te cegará tempranamente y ya el día y la noche desaparecen y se fusionan en esta constante luz dura, que se siente en las sienes.
Y envías correos electrónicos, y fotos, y mensajes instantáneos. Dices que la quieres, ella dice que te ama, y de esta manera vas creándote esta historia digital, que como todas las historias de amor, quedará perdida en las intrincadas redes de este mundo virtual hasta que un buscador de historias suceda encontrarla.
Por Fernando Muñoz