Por Fernando Muñoz
Encontré un pajarito muerto en la playa, entre las dunas y las rocas. Estaba ahí, tan tranquilo, como si se hubiese quedado dormido mientras volaba. El vaivén de las olas, su murmullo constante. La gente empezaba a llenar la playa, alguien clavó una sombrilla en la arena, otro sacudió una toalla al aire. Los niños corrían alrededor, sus risas y gritos flotaban sobre el viento salado. Y el pajarito, tendido en la arena, bajo el sol y el calor que lo abrazaban. Invisible a todos. El atardecer llegó en un instante. Las familias se fueron yendo, hasta que solo quedaron unas cuantas personas caminando, recogiendo conchas y piedrecitas. El pajarito seguía ahí, quieto y apacible, sin que nadie lo viera, sin que nadie dijera nada. Muerto, o tal vez solo soñando que la marea subiera lo suficiente para irse nadando hasta siempre. (Revisado el 5 de marzo del 2025) |
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Marzo 2025
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