Por Fernando Muñoz
Si todas las palabras fueran aves migratorias y volarán de mi boca para llegar a tus oídos, no faltaría un instante en aquel vuelo transatlántico, transiberiano y transpacífico, en el que dejaran de pensar en ti. Tú como destino impregnado en su ser. Y es tan fácil creer en esta metáfora de aves que llegan a tus oídos. Pero, palabras son sólo palabras, letras impresas en un teclado de plástico letras que mis dedos tocan imaginando que es a tí a quién tocan. ¿Cómo podrías saberlo? Si estas palabras para ti son, tan sólo palabras, sin querer ver el sentido y sentimiento que hay detrás de ellas. De la misma forma los pájaros son sólo pájaros, conjunto de materia voladora, de alas extendidas, finita. Que desaparecen detrás de una nube borracha, un par de puntitos negros en la distancia, como lunares en tu espalda. Pues, si ni las palabras, ni los pájaros son importantes, ni el sentimiento, ni la distancia. Es sólo el hecho de haberte conocido y el recuerdo. No hay futuro. Sólo el recuerdo. Photo: Jocelyn Muñoz Por Fernando Muñoz
Sólo la soledad entiende lo que hay en mis pensamientos y el corazón delata lo que ocurre en la consciencia como un tic tac proveniente de un muro vacío, vacío como es el alma en penitencia. Sólo mis ojos comprenden lo que observan desde su definitiva insolencia fugitiva incrustados en una piel que ya no sabe de inocencias anteponiéndose al recuerdo y los sueños de la vida Sólo mis manos son culpables de los crímenes de la destrucción y el dolor ocasionado, son éstas mismas en su ambiguedad divina las que han creado, acariciado y amado. Sólo mis pies conocen donde he estado y ellos bifurcan y unifican los caminos y cuando se cansan de esperar por lo soñado, sin despedirse retoman su rumbo peregrino. Foto: Jocelyn Muñoz Por Fernando Muñoz
Y si te llega esta carta en un momento deseado, justo en aquel momento en que la estabas esperando. Si no hubiese otra forma de conocerte que fuese a través de la distancia y de un tiempo quebrado. Dime donde estás y te diré quien eres, Una poesía a intervalos, desconectada. Se produce el producto y la tierra lo come todo Inevitable, destructible, irrepetible. La constelación se despliega a cielo tendido Los puertos reciben a sus hijos pródigos Los poetas se visten de ropas viejas Las mujeres conversan a media noche alrededor de un brasero crepitante Los gatos ronronean cuando los dedos de la noche le acarician los lomos Defíneme enana palabra, Abrázame en el aire ausente Escríbeme de tu hijos, tus historias y tus amantes. Solamente mírame a los ojos, el tiempo hará el resto. Caleidoscópica afinidad Profecías a medio cumplir no son profecías, sólo un juego de azar De esta modernidad. Los Lobos son un grupo musical que se viste de ovejas. Mister Jobs se dijo a sí mismo un día, hagamos computadoras. Y si de mí se trata. Levantarme temprano en la mañana, y sentir el pulso de una ciudad, Las micros corriendo caóticamente como una sinfonía de abejas con nombres poéticos como Nuevo Amanecer, Recoleta Lira, Pila Cementerios, Música en los oídos, “y me verás caer” “No se puede vivir del amor”. Ciudad de protestas, parques y plazas Supercinerama con Dolby Stereo Así me gusta Chile ‘Con una pala y un sombrero’ Salvado por la campana y las telenovelas mexicanas. La ley de los Magníficos después de los noticiarios Ya viene la fuerza. Taxis Ladas girando como abejas, zánganos y avispas alrededor de la Plaza Italia Feria del libro, del libro, de los libros, Show de los Libros. De la infancia infinita Sobre tardes lánguidas Tardes de cine y té club. Atravesando una Plaza de Armas con jardines y pasto. Una Casa de Moneda gris y opaca como un recuerdo, con las cicatrices de las balas en la fachada. Y de la mano al Cine-Arte Normandie Paseando por los vinilos añosos de San Diego Entre el Principito y los Rockeros Celestes. Sobre el anaquel juntábamos los autitos Copec. En nuestras mochilas cargábamos los libros de cromo Salo -Veinticuatro mil quinientos raya cero tres- Y la bengala maldita que acabó con nuestros sueños Sin mirar atrás nos fuimos en un ‘Tren al sur’… Cantando junto a la voz de los ochenta- ¿Dónde quedó la fuerza? Y el sombrero y el látigo, El arqueólogo pinta de galán, pinta de héroe, nuestro Ulises moderno. Mientras en la magia de los pasos del artista, con mocasines lustrosos y calcetines blancos El “moonwalk” había nacido para morir en la estridencia de Cobain. De mañanas caóticas Cuando sólo teníamos dos líneas del Metro Y mirábamos los dibujos animados desplegarse sobre las tardes Y soñábamos con un futuro mejor Leímos juntos la poesía de Neruda Y nos asombrábamos cuando descubríamos Altazor. y a Nicanor y a Eleanor… Carabineros, piedras y protestas Bombas lacrimógenas La alegría ya viene, la democracia ya viene Nunca llegaron completamente Qué una generación perdida. Queriendo volver al futuro Sin nada más que perder ni ganar Y aquí estamos contando ovejas para poder dormir. Por Fernando Muñoz
Y este frío y este invierno, no es como los de antes… Los de antes, eran distintos… de mates, con carbón en el brasero, de panes amasados… con conversaciones interminables, como las mantas que nos cubrían las piernas. Con mi abuela, la risa de mi abuela, las carcajadas de mi tía y mi madre; mis tíos y sus bromas, sus chistes y sus historias. Mis primos, jugando y corriendo de un lado a otro indiferentes al frio y la lluvia. Todos en un coro de risas y voces familiares. Pero en inviernos como hoy, silenciosos, lejanos, apagados y cerámicos, en este invierno rodeado de modernidad y de computadoras, de una vida de palabras minimalistas, es que mis inviernos de antaño se me hacen calurosos, acojedores… Mis inviernos de antaño se convierten en primavera, que florece en el sonido de las voces de mi memoria, y se extiende cual sonrisa sobre el mantel. Y es que este invierno y este frío, no es como los de antes… Por Fernando Muñoz
Los atardeceres en los parques con su flora viajera de un tiempo constante y su fauna exótica y erótica besándose en un instante pretérito. De estos parques con sus atardeceres, y con los niños corriendo, riendo, jugando escalando los mismo árboles que nosotros escalabamos, esa flora infinita en las manos de la inocencia. En estos parques de atardeceres dorados. Con su arquitectura elegante como dama de antaño, construída con los sueños de los hombres, inspirados en la suavidad de sus amantes. De esos atardeceres, desde una banca observando sin prisa ni hora… como los recuerdos pasan como sombras en los parques, esperando dejar de ser fauna para convertirse en flora. Foto: Jocelyn Muñoz Por Fernando Muñoz
Vente conmigo a la profundidad de los bosques en tu bicicleta de viento y deseo, nos iremos en lo que parecerá una ruta sin sentido pero debe ser así para burlar la fatalidad de la muerte. Ven y bebamos del té negro acompañados de perfumes y aromas lejanos, nos sentaremos sobre una alfombra persa entre cojines de colores tierra y carmesí y contemplaremos el vapor flotar sobre nuestros problemas en un tiempo lento de miradas encadenadas; y beberemos la poción en las copas de los árboles en una proposición de vida o decepción. y créeme cuando te digo que nunca he vivido algo así, ni siquiera en mis memorias más distantes. Soy un novato en tus brazos, deseando quedarme entre ellos siempre… sabiendo que la imposibilidad se posa sobre nosotros, como las nubes del tiempo inclemente que se aproxima. Sígueme al centro de este bosque debe haber un lugar en el camino donde podamos ser nosotros mismos donde los brazos verdes del silencio nos pongan a dormir. |
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May 2024
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