Por Marcelo Mogura Leiva-Bianchi
Te escabulles entre las sombras de los paseos peatonales Nadie nota tu presencia hasta tenerte respirando en la oreja Eres una especie de serpiente, poco original por cierto Pescado indómito que contrae las entrañas de los no muertos Apareces de pronto entre la nada no te perciben los perros ni las almas Disfrazada con piel de monja inocente O con los aperos propios de la mano cotidiana Tus ojos son plácidos Los resaltan unas gafas perfectas de cristales ahumados Y tu voz terciopelo entre las rocas Eso sí, tienes olor a tula A pedazo de excremento A carroña Y, para hacer que te vayas Es mejor cerrar los ojos gritando ¡Vete, qué no existes! Pero, paradoja, tu existencia es ubicable La creamos entre nuestras manos cubiertas de sangre O en el filo del cuchillo de la entrepierna O entre los dientes como carne de cocodrilo O en los bolsillos llenos de compadres Se ubica en las bocas de los niños Cuando escupen insultos O humillan al débil entre débiles O en los cascos negros de sus hijos Cuando marchen a la guerra que les darán como herencia La maldad tiene su propio reloj Asido a su mano blanca Con él mira la hora Que no es la misma que la tuya Para alcanzarte. |
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May 2024
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